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lunes, 30 de julio de 2012

Sentimientos.

Del toro bravo
hizo tu mano mansedumbre.
Del buey manso
tu mano hizo bravura.

Descansó un ave su vuelo libre
sobre un ciprés con raigambre
de cadena de forja dura.
Y prendiendo la cadena,
un candado de oro fino.
Y sellando el candado,
una llave que era un lirio.
Y guardándola, una condena,
anhelado sueño del condenado.

Del toro bravo
hizo tu mano mansedumbre.
Del buey manso
tu mano hizo bravura.
De los azotes tu mano hizo caricias
cubriendo los sueños con un manto.
Inocentes en mi pecho tus dedos de amapolas,
rompieron, en un sueño, mis vísceras en llanto.



Hace poco tuve la oportunidad de intuir (no me atrevo a decir descubrir, porque hasta que uno no lleva dos buenas hostias, no puede decir que aprende nada) dos caras del BDSM, una mala y otra mucho más que buena. Descubro que un par de palabras, según de quién vengan, pueden hacer cierto daño. Descubro que algunas personas Dominantes se creen con el derecho de despreciar a los sumisos porque para eso son sumisos, o incluso a otros Dominantes, porque, como en un anuncio de L'Oréal, "yo lo valgo". Y lo que es más importante, intuyo, muy de lejos, cierto (afortunadamente no es mi piel la que lo sufre, por desgracia, es la de otros), que se toman el derecho de dañar a seres queridos, también "porque yo lo valgo". Yo no soy ni juez, ni cura, ni verdugo, y en consecuencia, ni voy a juzgar, ni a adoctrinar, ni a condenar a nadie. Pero sí que me reservo el derecho a decir qué cosas me gustan y qué cosas no me gustan. Y que determinadas personas tomen su rol como patente de corso para comportarse de forma altiva no me gusta. Y en consecuencia, tomo la determinación desde este momento de no consentirlo.

Tomo esa determinación, en parte porque "yo también lo valgo", y en parte porque hablando con dos personas Dominantes, con el buen tacto que les caracteriza, me hicieron ver lo pernicioso de mi actitud habitual de dejar pasar. Y creo que tienen razón, yo no estoy aquí ni para pasarlo mal ni para vivir sensaciones incómodas. Ni yo, ni nadie.








Pero como decía, hace poco, muy muy poco, intuí este lado feo del BDSM que estoy exponiendo, pero también un lado que hace que esto merezca la pena.

Hace poco mantenía una conversación con estas dos personas Dominantes sobre los sentimientos en una relación D/s (un tema más que recurrente). Una conversación en la que yo mostraba mis dudas respecto a mis sentimientos, y mi miedo a hacer daño a personas a las que quiero con todo el corazón y desde la profundidad de las vísceras (y honestamente, si a algo le tengo PÁNICO es a hacer daño a la gente a la que quiero). Hablábamos de que los sentimientos también se aprenden, pues una cosa es el amor que mana de las entrañas, puro, natural, y otra cómo materializamos ese amor, sintiéndolo de distinta forma cuando se trata de amor a tu pareja, a tus padres, a tus hermanos, a tus amigos... Y en ese sentido desde que nacemos nos enseñan el amor a nuestros padres y a nuestras familias; muy pronto nos enseñan el amor a los amigos; y ya desde mucho antes de enamorarnos por primera vez, oímos hablar del amor, y tenemos una mínima noción de qué clase de sentimiento es ese y en qué clase de relación desemboca ese sentimiento. Pero a la hora de hablar de BDSM, lo único que nos enseñaron es el morbo del porno, y por mucho que nos lo expliquen, tendremos que interiorizar ese sentimiento para poder entenderlo. Un sentimiento completamente nuevo. Una forma de sentir, que no conocíamos, y que, al menos a mí, me asusta y me da vértigo. Me asusta porque siento en mi piel no ya unos deseos sexuales nuevos y distintos, no ya una pulsión hacia la sumisión, sino un sentimiento de sumisión terrible, que no sabía lo que era. Y en consecuencia, un sentimiento del que no tengo ni la más mínima idea de cómo he de gestionar.




¿Qué quiero decir con todo esto? Pues que es muy fácil poner el culo en pompa y que te lo calienten con una fusta. Es muy fácil hacer lo que te manda una Ama sin rechistar, aunque no te guste. Eso es muy fácil. Pero sentirlo, eso ya es más difícil. Porque yo puedo ponerme de rodillas porque me lo mandan, pero al final, seamos claros, entre ponerse de rodillas a los pies de una Ama o ponerse de rodillas para hacer un trabajo (por ejemplo, poner baldosas) no hay ninguna diferencia... si no es por el sentimiento que ello implica. Y ese sentimiento en un principio puede ser una mera pulsión sexual (esto es, me pone muy pero que muy berraco que una Ama me tenga de rodillas a sus pies o me caliente el culo), acaba derivando en un sentimiento mucho más allá, porque me seguirá poniendo muy berraco que una Ama me ponga a cuatro patas, pero la cuestión irá más allá, la cuestión acabará por ser la necesidad de que la Ama se sienta satisfecha del sumiso, orgullosa de él, y la necesidad de que la entrega sea real, no un mero postureo para darle chicha a una fantasía sexual.

Y cuando uno se encuentra cara a cara con un sentimiento que echó raíces en su pecho, pero que no conocía y no sabe cómo gestionar, a veces el shock emocional es intenso. Y ese mismo subidón emocional que hace que te sientas en una nube puede llegar a desbordarte, hasta hacerte llorar por una chorrada, o hacer que te sientas ganas de abrir una ventana y aspirar todo el aire del mundo.

Afortunadamente, cuando estas cosas pasan, uno tiene en quién apoyarse, y ese aire que le falta en los pulmones es el que lo elevan por los aires, y esas lágrimas que suelta por sus ojos, el lastre que debe de echar para poder subir más alto. Tan alto como la Luna. Porque sí, si hay que bajarla, se baja.



lunes, 16 de julio de 2012

Judas arrepentido.

"He traicionado a buenos amigos, he maltratado a seres queridos, he despreciado, he humillado y la vanidad me ha envelesado. No logro entender cómo he caído en la trampa de convertirme en cretino. Soy imbécil, qué disgusto, mea culpa, mal asunto. No sé qué pasa, no sé que tengo, al enemigo lo llevo dentro"


Suele pasar que juzgamos con distinta dureza a los demás y a nosotros mismos. Normalmente somos terriblemente más duros con los demás, mientras que con nosotros somos indulgentes hasta dar asco. Sucede que cuando el daño se hace entre seres queridos, ellos son mucho más indulgentes con nosotros que nosotros mismos, supongo que cuando alguien al que apreciamos nos hace daño ponemos por encima el cariño que le tenemos a esa necesidad de tener siempre la razón y ser los buenos. Pasa que cuando somos conscientes del daño que hacemos, descubrimos que ese bueno que siempre tiene la razón y al que los demás valoran tan poco (esto es, uno mismo) no sólo no es tan bueno como creíamos, sino que puede esconder miserias mucho mayores que las que vemos en el ojo ajeno. Supongo que todos somos humanos, y en nuestra naturaleza humana están tanto las virtudes como las miserias, y hacer daño a gente a la que quieres es sin duda la mayor de las miserias, a veces manifestada de forma pueril, pero no por ello menos importante. Supongo que soy imbécil, y eso es un mal asunto, qué disgusto. Qué disgusto hacer daño, y qué disgusto darse golpes de pecho y lamentar haber hecho daño, para purgar las penas y estar otra vez en situación de cagarla de nuevo. Qué disgusto lamentarse y recibir la palmadita en la espalda y el ya pasó, no pasa nada, convirtiendo el mea culpa en una fórmula para victimizarse a uno mismo (y es que uno puede ir de víctima diciendo lo mal que se portan los demás con él, o diciendo lo malo que es y lo mucho que sufre por ello, caso del que escribe).

Está claro que cuando hacemos daño a una persona a la que apreciamos, lo hacemos sin mala voluntad (si lo hacemos con mala voluntad, entonces, obviamente, es que tanto no la apreciamos). Y está claro que la intención que uno tiene cuando hace cualquier cosa no es un tema que no tenga importancia. Es muy importante saber diferenciar cuando uno hace mal con mala fe o por negligencia. Pero la buena fe no puede ser excusa para el mal que uno hace. En ese sentido tuve la mala fortuna de decepcionar muy seriamente a unas personas a las que aprecio con todo mi alma, relacionadas ambas con este mundo del BDSM, y digo muy seriamente porque más allá de la percepción que estas personas tengan sobre el suceso (que no voy a relatar), me resulta muy serio decepcionar a personas a las que valoro tanto. Hoy tuve la oportunidad de pasar con ellos el día, y pude comprobar que a pesar de mi comportamiento censurable, su trato fue exactamente el que había sido siempre, como si nunca hubiese pasado nada.





Pequeño regalo/putada para beber en público :)



Descubrir que, a pesar de todo, las bromas, la confianza, la complicidad... salió ilesa a tu arrolladora estupidez, y a la decepción que causaste; descubrir la capacidad de la gente de hacer borrón y cuenta nueva donde perfectamente podrían decir "adiós, muy buenas", realmente me emociona.

Y no puedo pasar sin hacerlo público. No puedo pasar sin hacer pública mi emoción y mi gratitud. Gracias, porque hacer que hoy sea un poco menos imbécil que ayer.




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 se acercó a Jesús y dijo “¡Salve Rabí!” y lo besó. (Mateo 26:48).
 arrojando las monedas de plata en el templo se marchó, y fue y se ahorcó. (Mateo 27:9).

Sin pensarlo. “¡Salve Rabí!”
dijiste al tiempo que vendiste
a aquél que todo te enseñó.
¿Sabes en qué te  convertiste así?
¡Qué miserable te supiste
con quien tanto, tanto te dio!

Sin pensarlo. “¡Salve Rabí!”
dijiste por ésta, la boca mía,
y en ese instante yo vendí
a quien tanto respeto tenía.

Eres tú aquél al que llaman Judas,
eres aquél que habita en mi piel.
Ven, carga tú la condena que penas
con la del que no fue ni leal ni fiel.