Pincha y entra. ¡Hay que frenarlo!

viernes, 26 de octubre de 2012

Muñeca de porcelana.

A una buena amiga que, por distintas razones, se vio apartada del BDSM contra su voluntad.




Mil veces se rompió,
muñeca de porcelana,
tu alma desgarrada
que el mundo no entendió.

Mil veces recompusiste,
triste paloma galana
los pedazos de un corazón
derramado en la solana.
Mil veces te levantaste
del sueño de tu panteón.

No siendo hoy, paloma,
que tus alas no alzaron vuelo,
no siendo hoy, muñeca.
Reventaron pedazos en el suelo.

De mis ojos brotaron
lágrimas de blanca porcelana.
Ya mis tripas sangraron
silencios mudos, desesperanza.

Mil veces te recompusiste,
puzzle complejo, incompleto.
Mil veces te rompiste.
Hoy quedó el cielo muerto.

Y mis ojos secos,
secos mis ojos,
te vieron marcharte.
Sin poder despedirte.

miércoles, 24 de octubre de 2012

Egoísmo.

Siempre oí a los Amos hablar del egoísmo de los sumisos. Siempre oí decir que los sumisos pensaban muchas veces más en sí, que en los Amos. Y siempre pensé que no era así, que esa era la visión de los Amos porque de alguna forma todos tendemos a tener una visión indulgente con nosotros mismos, pero no tanto con los demás.

Pero a veces pienso, pienso, pienso... Y cuando pienso mucho, se me sobrecalienta la cabeza, porque muchas veces pensar mucho no es inteligente, y porque no todos los pensamientos son constructivos. Y es cierto que un sumiso puede llegar a ser muy egoísta. Seguramente sin malas intenciones, seguramente con la sincera intención de entregarse al máximo... Y sucede que, como sumiso, la máxima aspiración es la entrega, pero se corre el riesgo de entrar en un círculo vicioso y considerar que la entrega es lo que se entrega. Como parece un trabalenguas, me explico.

¿Por qué se entrega un sumiso? Porque siente esa necesidad (no voy a teorizar por qué siente esa necesidad, porque es algo que me superaría). Vale, hasta ahí bien, pero... ¿Qué es lo que entrega un sumiso? Porque para entregarme tendré que saber qué estoy entregando. Respuesta fácil, se entrega a sí mismo, como posesión. Muy bonito, podríamos usarlo para escribir un poema o un bolero. Pero como por mucho que yo me entregue, no estoy abierto a que me descuarticen a hachazos, tenemos que replantear qué queremos decir que nos entregamos a nosotros mismos, en cuerpo y alma... porque la práctica es otra cosa. Entregamos parte de nuestra voluntad, de nuestra autonomía, bien, pero ¿es eso todo? ¿Toda la entrega que hago es aceptar órdenes? Entregamos un sentimiento. Bien, muy bonito también, ¿a cuánto está el kilo de sentimiento? Quiero decir, evidentemente los sentimientos son lo más importante en el BDSM y en la vida, eso no lo voy a descutir, pero hablar de entregar algo intangible, es un poco tramposo, porque yo me puedo entregar al cien por cien en sentimiento, pero después no hacer ningún esfuerzo, entonces, ¿dónde quedó ese sentimiento?

Y para responder a la pregunta de qué entrega un sumiso, quizá tengamos que responder a la pregunta inicial, por qué se entrega un sumiso, o mejor dicho, para qué. En foros, chats, blogs, espacios masturbatorios varios (como éste mismo) uno suele leer de los sumisos (me voy a centrar en los sumisos varones y en las Amas mujeres) que quieren que su Ama tenga la vida más cómoda. Hacerle la vida más cómoda y grata a su Ama es el principal objetivo del sumiso. ¿Es eso cierto? Sí y no. Quiero decir, más allá de los pajilleros que uno pueda encontrar en la red, los sumisos sí que creo que queremos hacerles la vida más cómoda a las Amas, más grata. Por eso estamos dispuestos a ir a la Conchinchina a buscar eso que necesitan y que les da por el saquete ir a buscar, por eso deseamos llevarles el desayuno a la cama y, si es necesario, hacerles los baños. Pero los sumisos olvidamos, por lo que veo por la red y por lo que veo en mí mismo, con demasiada facilidad que las Amas son mujeres integrales, es decir, que además de Amas son personas. Y que sí, que está muy bien ir a la Conchincina, hacerles los baños... Pero tienen más necesidades, además de las derivadas del BDSM. Y no solemos darnos cuenta porque solemos estar demasiado ocupados mirándonos al ombligo. Solemos estar demasiado ocupados autoconvenciéndonos (y convenciéndolas a ellas) de lo buenos sumisos que somos, para ver que detrás del BDSM hay vida.

Y esto es así, a menudo (y entiendo que habrá sumisos que no se sientan identificados con lo que escribo, e incluso los habrá que no se ajusten a lo que digo) aunque conozcamos los intereses y las preocupaciones personales de la otra persona. Las ansias por ser buenos sumisos nos hacen olvidar, a veces, que es más importante ser buenas personas. El de sumisión es un sentimiento muy fuerte, cuando uno quiere ser sumiso de alguien, hay un sentimiento que le ata las entrañas y le aprieta hasta hacerle sangrar, porque las entrañas se remueven ante este sentimiento. Y precisamente por eso cuando uno quiere entregarse a alguien, no puede quedarse nada más en las vivencias BDSM, tiene que recordar que esa otra persona tiene otras preocupaciones que pueden hacerle sentirse mal. Tiene que recordar que son más los problemas, y tener la paciencia necesaria (que tampoco es tanta) para no anteponerse él mismo a todo lo demás. Porque sí, los sumisos, o al menos este sumiso, cree con demasiada frecuencia que es el centro del Universo, y en consecuencia, tiene una traba muy grande, mucho, para hacer que la persona a la que quiere entregarse tenga una vida más fácil. Más bien lo contrario, se la complica. 

Por eso no basta con querer cambiar, con querer ser buen sumiso, buen amigo, buena persona. Hay que hacerlo.

martes, 23 de octubre de 2012

ETS.

Hace algún tiempo un amigo mío que participa en movimientos LGTB me decía que en su asociación se iban a los cuartos oscuros a repartir preservativos a la gente que entraba y que, obviamente, tenía pensado mantener relaciones sexuales. En cambio, al contrario de lo que pueda parecer, mucha gente rechazaba el preservativo y se exponía a mantener relaciones sexuales con auténticos desconocidos sin precaución alguna. El colectivo LGTB fue, históricamente, uno de los primeros y de los más afectados por la Enfermedad de Transmisión Sexual (ETS) que mejor conocemos, el VIH-SIDA, y en consecuencia fue el colectivo que más se preparó para convatir la pandemia. Las organizaciones LGTB se esforzaron desde los 80 en concienciar a su colectivo de los peligros de mantener relaciones sexuales sin protección, y aún así, después de haber bajado el número de homosexuales varones (uno de los colectivos más afectados, dentro del colectivo LGTB), y, por el contrario, tener más infecciones en la población heterosexual, hoy el colectivo LGTB (más particularmente los varones homosexuales) volvieron a ser un colectivo de riesgo. Honestamente, a día de hoy no sé cual es la situación, ni tampoco pretendo aquí hacer un estudio (no lo es, no tengo ni los datos, ni la formación, ni la capacidad para sacar conclusiones) sobre los distintos grupos afectados por el sida.

Donde quiero llegar es a que este colectivo hizo y sigue haciendo un esfuerzo enorme por combatir las ETS. ¿Y qué pasa con el colectivo BDSM (ya sea homo o hetero)? No podemos negar que en la comunidad BDSM se hicieron y se hacen esfuerzos para combatir el sida y otras enfermedades de transmisión sexual. Con todo, es cierto que quizá muchos de los que practicamos o vivimos el BDSM no conocemos ciertos riesgos añadidos de nuestras prácticas (yo el primero).

No pretende este post ser un relatorio de prácticas de especial riesgo, porque yo no soy, por un lado, conocedor de muchísimas de las prácticas BDSM, ni por otro lado soy un gran conocedor del modo de infección de muchas ETS. Bien, más o menos todos sabemos que el principal modo de contagio es el coito vaginal o anal. Ahí, poco podemos añadir con respecto al sexo vainilla, gomita. También gomita en los juguetes (especialmente si se comparten entre varias personas), evidentemente no puedes sodomizar a un sumiso con un strapon y después pretender sodomizar a otro con el mismo. Otra vía de contagio evidente son las agujas. Evidentemente, las agujas jamás se comparten, y siempre se usa material esterilizado, preferiblemente a estrenar.

Pero no sólo de las formas "evidentes" nos podemos contagiar, pensad también en que tras una sesión de spank pueden darse llagas, o pequeñas heridas con pequeñas derramaciones de sangre, o que lo mismo puede pasar con una sesión de bondage, en el que la cuerda podría hacer un pequeño corte en la persona atada.

Por otro lado, no cuesta nada, nada, hacerse periódicamente las pruebas del VIH. Es verdad que a lo mejor no todo el mundo goza de la confidencialidad necesaria para ir al médico y hacérselas (yo me las hice en una ocasión, y tuve la suerte de poder ir con un familiar, sin mayor problema, sin necesidad de ocultar que quería hacérmelas, pero no todo el mundo tiene esa suerte). Pero recordar que hay muchas asociaciones que pueden aconsejaros del mejor modo de hacerlo, por ejemplo en la web http://www.infosida.es/ . En algún lugar leí que una de las formas más confidenciales de hacer las pruebas del sida es haciéndose donante de sangre, con lo que además ayudas a gente que realmente lo necesita (yo hace años que lo soy, y después de cada donación me mandan los resultados, y no tienes necesidad de explicar por qué te haces las pruebas del sida, ya que las hacen ellos por norma).

Creo que todos los riesgos que se corran tienen que ser asumidos, y no hay necesidad de correr un riesgo porque sí. Personalente, si un Ama me obliga a comer el semen de otra persona, no lo haré a no ser que tenga un certificado médico reciente (cuidado con esto, de un mes para otro una persona se puede infectar) que me garantice que no estoy poniendo en peligro mi salud, pues aunque el riesgo es menor que por vía vaginal o anal, el sexo oral también supone un riesgo.

Sencillamente es cosa de quererse un poco todos. Informarse y hacer las cosas medianamente bien. Creo que merece la pena.



viernes, 19 de octubre de 2012

Normalidad, "porque hay muchos tipos de perros".

Un debate que muy a menudo me encuentro en foros, chats, reuniones... es el debate sobre la visibilización del BDSM, y de nosotros, como practicantes de BDSM (aunque más que una práctica es una vivencia) en el conjunto de la sociedad. Hay gente que plantea que hay que vivir el BDSM públicamente, como pasa con las orientaciones sexuales (no obstante, en la comunidad LGTB, por ejemplo, ese es también un debate eterno, y mucha gente sigue defendiendo vivir en el armario). Otra gente lo que defiende es justo todo lo contrario, que hay que ser cauto, no compartir a la ligera una forma de vida que es aún incomprendida y con la que nos pueden hacer mucho daño.

Como siempre, creo que las ideas que a menudo aparecen como opuestas, muchas veces no son tan opuestas, y del mismo modo que no hablo de otros aspectos de mi sexualidad, ni de mi privacidad no sexual, en la cola de la carnicería, no lo hago con el BDSM, pero del mismo modo que con amigos y gente querida sí puedo hablar de mis cosas íntimas, ¿por qué no de BDSM? Con todo, eso es así a medias. Realmente no le cuento a mis amigos que practico BDSM, como sí les puedo contar otros aspectos de mi sexualidad. Porque en el fondo siempre existe el miedo a que no lo entiendan, existe el miedo a que no sean capaces de entender lo que nosotros mismos estamos convencidos que es dificilísimo de entender, pues quizá a nosotros mismos nos costó entenderlo y aceptarlo.



Llevo muy poco tiempo viviendo el BDSM, pero dentro de este poco tiempo, llevo bastante queriendo salir del armario, al menos en determinados entornos. A veces, cuando hablo de que quiero salir del armario temo que haya gente que piense en ello como en un ejercicio de exhibicionismo emocional. No, no se trata de eso, ni creo que el exhibicionismo moral sea sano (aunque no estoy yo para dar lecciones a nadie). No encuentro ningún interés en salir a la calle gritando "SOY SUMISO, SOY SUMISO", y tocando el chiflo del afilador, del mismo modo que no salgo a la calle gritando "AYER ECHÉ UN POLVO", o cualquier otra cosa, pero sí que encuentro mucho atractivo en estar con los amigos, y del mismo modo que puedo comentar "pues me gustaría  acostarme con Menganita", poder comentar "pues me gustaría que Menganita me pusiese el culo como un tomate". O del mismo modo que alguien entra por la puerta y te dice, "mira, aquí está mi novia", que alguien entre por la puerta y pueda decir "mira, aquí está mi Ama". Lo que viene siendo, normalidad. Pero lo cierto es que no vivimos en esa situación, y por más que presumamos de vivir en una sociedad tolerante, vivimos en una sociedad donde aún es posible encontrar una pareja homosexual por la calle que, al saber que son vistos, se sueltan de la mano rápidamente y disimulan. Estamos muy muy lejos de poder encontrar, no digo ya una persona paseando con correa a otra, sino de poder manifestar públicamente nuestra opción sexual.

Con todo, creo en el concepto de activismo BDSM (que sé que muchos cuestionan, y que muchos de los que leéis este blog, gracias por hacerlo, por cierto, cuestionáis), y creo que para que algún día llegue que la gente pueda hacer pública con naturalidad su opción sexual, hay que trabajar duro.

Hablando de eso, en algún post, algunas personas me comentaron que ellas ya hacían su vida BDSM pública en su entorno (supongo que eso ya depende del entorno de cada uno), y que no tenían problema. Y aunque en aquel momento yo lo cuestioné, hoy me tengo que corregir, al menos parcialmente. Hace mucho tiempo (dentro del poco tiempo que llevo en el mundo BDSM) que quería salir del armario, y empezar a hacer normal lo que tendría que ser normal. Por ello, ayer hablé con un amigo que es para mí como un hermano (ya anteriormente había hablado con una amiga, que también es una hermana para mí, y con un par de amigos de esos que también te dejan una huella profunda en el corazón). La cosa es que la conversación de ayer me sirvió para entender un par de cosas sobre el BDSM, y es muy curioso que esas cosas me las explicase alguien que no conocía nada de BDSM, sólo lo que pudo ver en un reportaje sobre ponyboys.

Las veces que le conté a alguien mi identidad sumisa, siempre di por hecho que lo más físico (los azotes, la humillación, los fustazos, pinzas...) sería más fácil de entender, porque al fin, no es más que una práctica sexual. Pero lo emocional, la entrega, la sumisión... sería más difícil de entender (quizá fue más difícil de asimilar para mí), puesto que se supone que, en el mundo vainilla, aspiramos a relaciones igualitarias entre hombres y mujeres. Hablando de ello con mi amigo, me dijo algo muy muy curioso. Que en el reportaje que vio sobre ponyboys, salía una dómina explicando que el sentimiento que siente por su sumiso, es el que una amazona puede sentir por su caballo. Más allá de lo literario de la referencia, me pareció interesante la comparación. Él decía que entendía el sentimiento, en la medida de que él le tenía mucho cariño a su perro, por ejemplo. A lo que yo le pregunté, "¿pero te imaginas tú sientiendo lo que pueda sentir el perro?", "no, yo no me veo de perro, pero mucha gente sí. Hay muchos perros, perros de sus trabajos, de sus jefes, en sus parejas...". La diferencia, fundamental, es que esos perros en realidad son menos libres, porque son  sumisos de sus jefes, de sus parejas, de su situación... porque o bien no les queda otro remedio, o bien no tienen el arrojo para cambiar una situación que no les gusta. En cambio nosotros somos perros más libres, vamos y venimos porque queremos, queremos ser sumisos y nos esforzamos por ello. Como alguien dijo, "mis perros están mejor educados, tú los atas, yo los llevo sueltos".

Muchas veces los bedesemeros tenemos una doble vida, nuestra vida normal, y la BDSM, y así se lo planteaba yo a mi amigo, que me miró muy serio y me dijo, "¿Qué es eso de la vida normal? Esto que a ti te gusta también es normal, ¿por qué separas? Es como si un gay hiciese su vida normal y su vida gay, ¿no?". Realmente eso me dejó callado. ¿No estaremos nosotros mismos quitándole normalidad a lo que es completamente normal? ¿No estaremos enfrascándonos en el morbo de lo anormal, lo prohibido, en lugar de normalizar una situación y unos sentimientos?

Realmente, nunca iba a pensar que una conversación con una persona vainilla fuese a enriquecerme tanto como sumiso. "Pues me cuesta verte como sumiso, eres muy indisciplinado, para cumplir horarios, para estudiar...", me decía mi amigo, acertando de lleno en mi principal defecto como sumiso, en algo que tengo que mejorar y en lo que tengo que trabajar duramente. Y hablar en una sidrería, con mi mejor amigo, compañero de militancias políticas, compañero de juergas (muchas), de malos momentos (algunos), y de abrazos (muchos, soy muy abrazón y muy llorón, qué se le va a hacer), sin sentir necesidad de escondernos del camarero, que yo creo que alguna cosa escuchó, y no se mostró escandalizado, fue para mí el mayor ejemplo de normalidad del mundo.

Vamos a ver, que no estoy diciendo que haya que salir todos a la calle a gritar "SOY SUMI"/"SOY DOM", no estoy diciendo que haya que hablar de esto en cualquier sitio, en el trabajo o delante de la abuela que hace calceta. No. No hay ninguna necesidad de exhibirse inútilmente a las miradas de todo el mundo, porque eso nos puede acabar haciendo daño. No se trata de eso, pero sí de empezar a creernos, de una vez por todas, que somos normales. Empezar a comportarnos con normalidad. Evidentemente el entorno hace mucho, y del mismo modo que se lo conté a este amigo, y a algunos más, no se lo cuento a otros amigos, o a familia... Porque no todo el mundo tiene por qué saber lo que hago con mi sexualidad. Nadie lea esto como una invitación a vivir el BDSM a lo loco, no lo es. Pero quizá sí tenemos que empezar a abirnos más, a mirarnos a nosotros mismos con otros ojos. No sólo como comunidad, que también, sino como individuos. A modo de autoconsejo, quizá yo mismo deba dejar al lado los sentimientos negativos, la culpabilidad, los miedos, y ser, de una vez por todas, libre. Tan libre, tan libre, que me pueda poner cadenas, y que las cadenas me hagan aún más libre.




miércoles, 17 de octubre de 2012

Por primera vez.

Tiempo de matar y tiempo de sanar; tiempo de destruir y tiempo de construir. 
Eclesiastés 21:3:1

A veces uno piensa que las cosas son como son porque no pueden ser de otra forma. A veces hipernaturalizamos las experiencias, y así, somos incapaces de imaginar cómo serían nuestras vidas si fuesen de otra forma. Pero igual que nosotros tenemos la vida que tenemos, otras personas tienen vidas completamente distintas. A menudo, al pasar delante del monasterio de S. Pelayo, en Oviedo, miro hacia las ventanas de las celdas y pienso en las monjas. Pienso en cómo tiene que ser la vida de una monja de clausura, y pienso en qué es lo que puede llevar a una persona a llevar esa vida (porque hay mucha gente con fe, y no por eso se menten a monjas, y menos de clausura). Supongo que cuando oyen a la gente volver a casa de juerga pensarán lo mismo. Pensarán en qué pensamos las personas que pasamos por la calle y cómo serán nuestras vidas.

Yo también pensé que mi vida era precisamente eso, mi vida, que había otras, se podían vivir otras, pero la mía era la que era la que yo estaba viviendo, y no me imaginaba viviendo otra. Y en mi vida había muchas cosas, y una de ellas el BDSM, pero el BDSM consistía en, como digo muchas veces, hacerme una paja delante del ordenador. Cuando empecé a vivir el BDSM ya de una forma activa, a sentirlo realmente, pensé que mi vida era la misma, pero haciendo una cosa que hasta entonces no había hecho. Ein!! error. Poco a poco voy descubriendo que mi vida no es la misma, que mi mente no es la misma, y que hago las mismas cosas que siempre, pero que hay algo diferente en todo ello. Ese algo diferente es difícil de explicar. Es saber que hay algo más que el morbo, saber que hay un sentimiento nuevo, un sentimiento que te llena, al que cuesta ponerle nombre, pero que te hierve en las entrañas y te crece dentro, haciéndote feliz.

Y mi vida va cambiando poco a poco, y eso no siempre es fácil. Hay momentos perfectos, y momentos desastrosos, sentimientos que te llenan, y otros que te vacían por completo. Y eso es también bueno, por mucho que pueda doler. Es bueno vaciarte por completo, para poder llenarte de nuevo de cosas nuevas, y así poder avanzar, corregir errores y convertirte en la persona que quieres ser.

Hay un tiempo para avanzar, otro para parar, y espero que otro para seguir avanzando. Este quizá es un momento duro, un momento para parar, porque hay que saber hacia dónde se camina, si se quiere caminar.

Hay momentos en los que sólo se ve oscuridad, y la oscuridad nos ciega. Hay momentos en los que nada parece tener sentido, en los que parece que no hay salida. Pero siempre hay salida, si sabes dónde buscarla, porque cuando se cierra una puerta, se abre una ventana. Quizá no hoy, ni mañana, pero la fruta no madura en dos días, y hay que esperar lo que haya que esperar. Porque hay momentos en los que el mundo se viene abajo, y de esos momentos se sacan las fuerzas para volver a levantar el mundo, para levantarlo y reconstruírlo para que sea como tiene que ser.

Y eso es un trabajo de titanes, pero merece la pena, al menos intentarlo.





martes, 16 de octubre de 2012

Esconder la cabeza.

Cuando me empecé a interesar por el BDSM me llamaban poderosamente la atención los juegos de D/s. Desde lamer los pies de una Dómina despótica, a ser paseado como un perro, humillado, ridiculizado... No puedo ni hacer una aproximación de cuántas veces fantaseé con todo esto. Como suele pasar con la etapa pajillera, no le prestaba especial atención a todo lo que no fuese una puesta en escena morbosa y ardiente. Cuando empecé a adentrarme en e BDSM más allá de a paja delante del ordenador, empecé a caer en la cuenta de lo importante que es el respeto, el cariño y la ternura que hay detrás de esa puesta en escena. Empecé a valorar también lo importante que es sentirse ligado a una persona, entregarse, hacer aquello que hace que la otra persona se sienta agusto y, especialmente, orgullosa de ti. Pero subestimé lo importante que es en una relación D/s crecer uno mismo. No sólo por contentar a la otra persona, no sólo por ser ese sumiso ideal en el que todos soñamos con convertirnos, sino por lo importante que es crecer en sí mismo, lo importante que es mejorar para no dañarnos, para disfrutar del camino, y para hacer aquello que queremos hacer, y a ser posible, con la persona con la que lo queremos hacer.

En definitiva, desprecié el valor que tiene aprender, no ya como un medio para alcanzar algo (o  a alguien), sino por el valos de aprender y el valor de crecer.

Recientemente la persona que me guía me dio una valiosa lección en ese sentido, aunque fuese a costa de que ella tuviese que tragar con una situación desagradable. Conocer los límites físicos y mentales de uno es importante, pero es algo a lo que no se llega sin conocerse a uno mismo. Y uno siempre cree que se conoce mejor de lo que se conoce. Hace poco descubrí que debo afondar en el conocimiento, no ya de mis límites, sino de mis anhelos. Evidentemente sé, a grandes rasgos, qué es lo que quiero. Pero no sé qué es lo que implica, al menos no lo sé en profundidad. Sé lo que quiero hacer, pero no qué quiero ser.

Esta misma tarde leía en un artículo que para llegar a alcanzar la sumisión mental es necesarioa una buena dosis de introspección y de meditación en uno mismo. Esto es, saber mirar dentro de ti mismo lo que eres y lo que buscas. Esto, a priori, parece fácil, pero nada más lejos de la realidad. Porque cuando miras dentro ves cosas que te desagradan. Ves esos miedos que niegas, ves esos complejos que creías superados y aquellos pequeños traumas que prefieres obviar. Y está claro que así no se puede avanzar en una relación D/s, en ninguna relación, de hecho. Porque no puedes ser leal a nadie si no eres leal contigo mismo. Y negar aquello que te duele, obviarlo, es un acto de deslealtad contra uno mismo. Y si uno mismo no se valora, no se aprecia, ¿cómo puede esperar convertirse en un bien apreciado de su Dueña?

Así como en la sumisión sexual entregamos nuestro sexo, aceptamos la castidad, aceptamos los azotes, la humillación... en la sumisión mental hemos de entregar nuestra mente, y con ello, entregar nuestros sueños, nuestros miedos, nuestras miserias y nuestras viertudes al conocimiento de nuestro posesor. Ello sólo es posible con una alta dosis de confianza. Y es que es fácil confiar físicamente en alguien. Es fácil saber que la persona que tienes a tu lado no quiere dañarte, y, en consecuencia, no va a hacer nada que te dañe, pero confiar espiritualmente es más difícil. Es decir, no es tan fácil confiar aquellos miedos que pensabas que nadie podría entender a una persona y saber que no va a haber un juicio. No es fácil sacar a la luz aquellas cosas que a ti mismo te desagradan, y ponerlas delante de los ojos de la persona a la que precisamente quieres agradar, para que lo contemple y te acepte igual, a pesar de que no seas el sumiso que sueñas ser, porque el sumiso perfecto, el sumiso azul, no existe, porque sólo somos personas, con defectos, pero con virtudes. Y eso es lo que nos lleva a ser deshonestos, a mentir, o a decir medias verdades, a crearnos realidades paralelas, en principio más agradables que las realidades que vivimos. Eso es lo que nos lleva a maquillar la verdad, porque no nos gusta que nos miren sin maquillar, porque nos creemos feos sin maquillar. Porque no es fácil decirle a alguien lo que tú mismo no quieres ver, que eres simple y llanamente eso, un hombre sin más. Y cuando seamos capaces de verlo, seremos capaces de superar esas barreras que nosotros mismos ponemos delante de nuestro camino, creyendo que ponemos pedestales en los que subirnos.



jueves, 4 de octubre de 2012

Construir sentimientos.

Hace muy poco estaba discutiendo con una persona en la cuenta vainilla del Facebook sobre la necesidad de cambiar nuestros parámetros mentales a la hora de efectuar cambios sociales con calado de fondo. El tema versaba sobre política, y, en definitiva, yo sostenía que para crear una sociedad nueva (no tiene mayor aquél, tampoco, entrar en detalles) es necesario cambiar los parámetros mentales a todos los niveles, incluídos los afectivo-sexuales. ¿Qué quiere decir esto? Esto quiere decir que no veo nada viable una sociedad más justa, más libre, mejor, si no pasamos por la criba de entender las distintas opciones afectivo-sexuales.

Sí, bien, guay, esto del respeto y el entendimiento a las realidades afectivo-sexuales está muy bien, pero entre respetar las distintas realidades afectivo-sexuales y entenderlas hay un punto. Por ejemplo, yo siempre respeté la transexualidad, pero durante mucho tiempo no entendía por qué una persona era transexual. Es decir, no entendía que una persona necesitase tener unos genitales o un rol distinto, ¿por qué? Porque no entendía que yo mismo tengo una identidad de género, únicamente que mi identidad de género se correspondía con mi sexo genital, y por tanto no me generaba conflicto y la hipernaturalizaba, no siendo consciente de que tenía identidad de género.

Del mismo modo que es un error hipernaturalizar las identidades de género, o las identidades sexuales, es un error hipernaturalizar los sentimientos. Las relaciones sociales son constructos de las propias sociedades, y los sentimientos son, en cierto modo, una construcción. Así, la idea del amor romántico aparece envuelto en las ideas del romanticismo, del mismo modo que aparecen las ideas de la nación o el amor a ésta, del mismo modo que aparecen determinadas ideas de libertad individual que antes no aparecía... El amor del te quiero para toda la vida con todo el alma es una construcción que, en cualquier caso, no existió siempre. Del mismo modo que el amor caballeresco (ese Don Quijote que idealiza a Dulcinea y la sirve en gestas) es un amor que por un lado es resultado de una época y, además, de un grupo social determinado (la aristocracia, los campesinos no mostraban esas formas de amor, mostraban otras). 

Una cosa son los sentimientos, que son, digamos, inerentes a las personas de todas las épocas, lugares y culturas. Otra cosa es cómo interpretamos esos sentimientos, y esto es ya algo cultural, y por lo tanto, analizable desde distintas ópticas, algo que se puede mirar desde distintos prismas y vivir de distintas maneras. Nuestra sociedad occidental, como cualquier otra sociedad, construyó sus formas de relación y de canalizar los sentimientos y las pulsiones. Así la natural pulsión afectivo-sexual la canaliza a través de la pareja monógama y, a través de esta, de la institución del matrimonio, que se ajusta a las necesidades sociales y económicas de una cultura determinada. A través de esta realidad social constuímos una idea de amor de pareja, amor de padres, amor de amigos... establecidas sobre unos parámetros en principio inmutables.

En nuestras relaciones BDSM es muy importante entender la deconstrucción de los sentimientos que llevamos a cabo, pues una relación D/s no es una relación de paraja, pero tampoco es una relación de amistad. En ese sentido, ¿el sentimiento de sumisión o de dominación son sentimientos inerentes a la persona o construcciones? Bien sé que muchas personas defienden que su condición de sumisos o de Dominantes es natural (y diferenciar entre lo natural y lo cultural en una especie que, como la humana, es por naturaleza cultural, me parece un sinsentido), y no voy a negar este tipo de afirmaciones. Pero en última instancia, lo que uno tiene de manera natural no es tanto un sentimiento de sumisión como una serie de pulsiones sexuales (que le humillen, que le azoten...), que, aunque puede parecer lo mismo, no lo es. Cogemos esas pulsiones difíciles de explicar, animales, y las dotamos de un discurso vital, a través de nuestra propia razón y de una serie de discursos sociales que imperan. Si insistimos tanto en que las relaciones BDSM son libres no es por otra razón que porque somos hijos de la sociedad occidental y de las revoluciones burguesas, empezando por la Revolución Francesa, que establecen como principio máximo la libertad del individuo, la sociedad y el momento histórico que nos tocó vivir exige de nosotros respeto hacia la libertad individual, hacia la igualdad de género... No es así porque yo (oh, ser autosuficiente y auntocomplaciente, completamente al margen de la realidad que me rodea) crea en la igualdad porque soy muy majo, es que es un producto de la sociedad que me vino dada, y que resultó de una serie de evoluciones, choques y creaciones intelectuales anteriores a mi nacimiento. Cogemos, como decía, esas pulsiones animales y las dotamos de un discurso (del que tampoco yo soy el creador original, sino que bebo de otros) que es lo que, finalmente, llamamos dominación/sumisión. De hecho, aún está por estudiar si existen relaciones D/s en sociedades no occidentales (o no occidentalizadas). Quiero decir, sabemos que en todos los periodos de la Historia hay relaciones homosexuales (aceptadas o en la clandestinidad), pero ¿existen relaciones D/s (que no de maltrato, ni de dominación en el sentido vainilla de la palabra) en otras sociedades? ¿Existe algún masái, aimara, inuit o lapón bedesemero, o por el contrario el BDSM es un producto cultural de sociedades occidentales/occidentalizadas? (entiéndase que sociedades como la japonesa, son en realidad sociedades occidentalizadas, al menos en gran medida). Evidentemente es muy difícil de analizar, porque la sumisión que en muchas sociedades muestran las mujeres (de forma voluntaria, sin entrar a analizar qué es la voluntad) hacia los hombres no se puede considerar sumisión (en sentido BDSM), y ha de encuadrarse en una sociedad patriarcal. Esto es, que que un hombre en determinada situación, domine todos los aspectos de una mujer, puede ser dominación masculina (en el sentido BDSM) o mero machismo social. Es por ello que es tan difícil de analizar qué conductas son susceptibles de considerarse BDSM en sociedades que no son la occidental, o incluso en la sociedad occidental, pero fuera del entorno BDSM.

Esto es algo que pasa con todos los sentimientos. Cogemos la pulsión natural de abrazar, de besar, de sentir el cuerpo de una persona, la dotamos de un discurso ideológico y lo llamamos amor. Cogemos la pulsión natural de tener un apoyo, de no andar solos... la dotamos de un discurso y lo llamamos amistad. Cogemos la pulsión natural de perpetuarnos, de establecer una seguridad y la dotamos de discurso y la llamamos familia. Así, suma y sigue, este razonamiento vale para casi todo tipo de relaciones. Encasillar los sentimientos (las pulsiones) en un tipo de relación, sin duda es muy útil a la hora de establecer las reglas del juego que hacen posible el éxito de esa relación (somos novios y por lo tanto hacemos esto, y no esto otro, somos familia y por lo tanto hacemos esto y no esto otro, somos amigos y por lo tanto hacemos esto y no esto otro...), pero pretender hipernaturalizar este tipo de relaciones y no concevir nada más al margen, es algo que nos estrecha las mentes, y por lo tanto nos impide avanzar como sociedad hacia un mundo más libre. Porque la construcción de una sociedad alternativa pasa por la creación de un modelo alternativo de persona. Un modelo de persona integral.

Y esto es algo que, ya de manera intuitiva, ya desde un discurso elaborado, tenemos más o menos claro en la comunidad BDSM, pero como la comunidad BDSM no aspira a ser un gueto (aunque a veces lo disimula muy bien), es algo que debemos exportar al resto de la sociedad. Porque del mismo modo que la comunidad LGTBQ no se conforma conforma con exparder sus discursos en torno a la sexualidad (a la afectivo-sexualidad, por ser más claros) dentro de la propia comunidad, porque es consciente de que vive en un marco social superior a la comunidad, la comunidad BDSM creo que debe hacer lo propio. No se trata ya de que sea bueno o no para la comunidad BDSM, sino de que es bueno para el conjunto de la sociedad (del que también formamos parte). Es bueno porque enriquece los planteamientos de las personas, y porque aquellos que creemos que es necesario un cambio profundo en las sociedades, tenemos que entender que ese cambio ha de darse en las personas primero. Porque ¿si no somos capaces de ampliar nuestro espectro en cuanto a lo que se refiere al entendimiento entre personas, cómo vamos a ampliarlo en lo que se refiere al entendimiento entre sociedades?