Pincha y entra. ¡Hay que frenarlo!

jueves, 25 de abril de 2013

Límites.

Hace mucho que quería escribir sobre los límites, aunque nunca supe bien cómo abordarlo, así que hoy me animo y me lanzo al mar, sin salvavidas ni nada.

Siempre que sale el tema de los límites digo que yo no pongo límites, lo que a menudo es malinterpretado como que no tengo límites. Poner límites y tener límites es algo muy distinto. Algunas personas me dice que si no pongo límites le estoy dando derecho al Dominante a hacer aquello que considere, y que no puedo decir que no, ya que para eso tenía que haber puesto límites. Están en lo cierto. La cuestión es que para que un Dominante pueda hacerme lo que quiera tendré que entregarme primero a él (uso el masculino genérico, pero reconozco que en mi mente estoy viendo una mujer, no un hombre). Y para entregarme a él, tendrá que ganarse mi confianza, conocerme y conocer mis límites, esos mismos límites que no pongo, pero que sí tengo.

Esto parece muy complicado, y sobre todo, parece una cotradicción, pero veréis que no hay contradicción ninguna. A menudo cuando hablo con Dominantes o con sumisos me preguntan cuáles son mis límites, y los últimos me cuentan los suyos. A menudo cuando un Dominante habla con un sumiso, éste le expone todos y cada uno de sus límites, pero damos por hecho de que todos entendemos lo mismo cuando hablamos de límites. Un límite puede ser aquello que no puedes hacer, por ejemplo, yo ahora estoy parado, pero si trabajase, no podría abandonar mi trabajo, porque lo necesito, del mismo modo que no me puedo desplazar, porque no tengo capacidad económica para hacerlo. Un límite puede ser aquello que, aunque técnicamente podrías hacer, no estás dispuesto, por ejemplo, yo podría abandonar asociaciones en las que estoy, militancias políticas... Incluso podría dejar de relacionarme con mis amigos, pero es algo que no voy a hacer bajo ningún concepto. Un límite puede ser aquello que no quieres hacer, por ejemplo, a mí me gusta ir, muy de vez en cuando, a tomar unas botellas de sidra con mis amigos, y aunque bebo muy poco, no tengo ningún interés en abrazar la abstemia total, y para hacerlo debería tener muy buenos motivos... Un límite también puede ser algo a lo que le tienes miedo, por ejemplo, a mí me daría mucho miedo que me cediesen, y es algo a lo que no sé si estoy dispuesto. No sé si estoy dispuesto, es decir, puede darse el caso de que por muy entregado que esté a mi Dueña, no sea capaz de pasar esa barrera jamás, y jamás pueda aceptar ser cedido... O puede que con el tiempo, cambie de parecer, no tengo la capacidad de conocer el futuro.



Cuando empecé en esto, pensé que jamás querría jugar con agujas, o que jamás me prestaría a una sesión medical, pero hoy no lo tengo tan claro, y aunque nunca jugué con agujas, es algo que estoy deseando hacer, y el medical... digamos que hay cosas que sí y cosas que no (cosas que hoy, en este momento, no). Los límites son variables, y dependen de muchas cosas, especialmente del nivel de confianza y comunión al que llegues con la otra persona.

Por eso, cuando conozco a una persona Dominante no me gusta sacar mi lista de límites, porque no me gusta empezar una relación diciendo qué no estoy dispuesto a hacer, sino que prefiero poner el acento en lo que sí estoy dispuesto a entregar. Obviamente, si mañana quedo con una Ama y tengo una sesión, así porque sí, tendré que poner una serie de límites, ya que esa persona no me conoce de nada. Pero si quiero establecer una relación... Evidentemente eso depende de la prisa que tenga por establecerla. Si quiero establecer una relación en dos meses, o pongo límites o estoy metiéndome en la boca del lobo, ya que por mucho que hablemos, en dos meses no nos vamos a conocer tanto (quizá sí conozcamos los límites más físicos, pero quizá no los más emocionales, quizá en dos meses un Dominante pueda llegar a conocer los límites físicos de su sumiso, pero conocerlo como persona... Llevo casi 30 años conviviendo conmigo y aún no me conozco en profundidad, menos me va a conocer nadie en dos meses). Pero si estoy dispuesto a tardar en el periodo de conocimiento todo el tiempo que sea necesario, si estoy dispuesto a que pasen los meses, y quizá algún que otro año, antes de entregarme por completo a una persona, ¿de verdad es necesario que me presente con la lista del no?

No pongo límites, es decir, no hago una presentación de mis límites, porque quiero que la persona con la que quiero estar sepa que estoy dispuesto a entregar todo lo entregable (y está claro que lo que es entregable lo decidimos entre los dos, y muy especialmente yo), no tengo una lista de límites, entre otras cosas porque hay muchos límites que nunca me planteé. Hay muchas prácticas que no conozco, y que por lo tanto no puedo limitar, hay muchas formas de relación D/s que nunca me imaginé, por lo que nunca pude limitarlas... Habrá quien crea que si no conozco una práctica o no imagino una forma de relación, no puedo vivirlas. Efectivamente, es así, pero una vez que me las presentan, que las conozco, que las interiorizo... En ese momento, puedo decidir si acepto esa práctica o esa forma de relación. Y en el caso de que no lo acepte, puedo decidir si se trata de algo que jamás, bajo ninguna circunstancia, voy a admitir, o si es algo que no admito ahora, pero que quizá admita en el futuro (o quizá no). Es más, puedo darme cuenta de que hablamos de algo que ahora no puedo hacer, que no estoy preparado, pero puedo decidir esforzarme para ser capaz de hacerlo en el futuro. O puede que esa capacidad de hacerlo venga poco a poco, sin darme ni cuenta.

No me gustan los límites (y eso es algo que digo para mí, cada uno tendrá que establecer su forma de vivir el BDSM) porque no busco una relación D/s rápida. Es más, no quiero que llegue nadie a regalarme una relación D/s venida del cielo. Quiero construir con una persona una relación D/s, y como quiero contruírla, no hay más límite que el que nos queramos poner. La relación no tiene ningún límite porque es algo por construir, no una plantilla fija. ¿Puedo limitar mis propias fantasías, mis propios sueños? ¿Puedo limitar las fantasías y los sueños de aquella que sea mi Dueña? ¿Puedo limitar algo que aún no existe y que quiero construir? Es como ponerle puertas al mar. No pongo límites, pero evidentemente, como todo el mundo, soy limitado, y la relación D/s que construya tendrá que ajustarse a las circunstancias que vivamos mi Dueña y yo (como pareja D/s, y las circunstancias personales de cada uno), y tendrá que levantarse sobre los pilares que los dos decidamos, y como esos pilares aún están por levantar, no  puedo acotarlos.


Además, yo sé de qué soy capaz ahora, no sé de qué seré capaz en el futuro. Quizá las circunstancias me limiten más, y haya cosas que hoy estoy dispuesto a hacer y mañana no. O quizá las circunstancias sean más favorables y pueda hacer cosas que hoy no puedo. Sobre todo, a lo largo del tiempo iré creciendo como sumiso y como persona, por lo que lo que hoy es un límite mañana puede ser un punto de partida, y lo que hoy es un mundo, mañana será pan comido.

Está claro que una relación en la que no haga falta establecer rotundamente los límites tiene que ser una relación a paso lento, una relación en la que antes de sacar la fusta a relucir habrá que tomarse muchos, muchos cafés, en la que el conocimiento mutuo sea enorme y la confianza no tenga ningún tipo de fisura, pero... ¿la entrega no consiste precisamente en eso? Está claro que antes de ofrecer una sumisión sin límites (repito, siempre hay límites, en cuanto que todos tenemos limitaciones) tienes que decidir muy bien a quién le ofreces esa sumisión, y del mismo modo que tienes que ganarte la confianza del Amo, el Amo tiene que ganarse completamente tu confianza y respeto, y eso no se hace en dos días. Poco a poco, en las pequeñas conversaciones, en los pequeños gestos, en los comentarios, en lo que hacemos a diario tanto como sumisos como personas (aquello que hacemos en nuestras vidas vainilla también dejan entrever qué limitaciones tenemos) incluso en los post que uno va colgando, van apareciendo los límites, nas necesidades y las capacidades del sumiso, también las del Dominante, y con un poco de ojo, mucho cariño, muchísima paciencia... y no pocos malos ratos, irán conociendose las limitaciones de cada uno, y de ahí quizá (sólo quizá, nada es seguro) pueda surgir una relación D/s. Sí, presentar una lista con lo que quiero y lo que limito puede que sea más rápido, pero uno de los encantos de que te hagan un regalo es ir abriéndolo poco a poco, quitándole el papel y descubrir poco a poco lo que hay. Sí, podrían regalarme una camisa y decirme "toma, es una camisa", pero ¿y ese disfrute de no saber qué te van a regalar? ¿Ese juego de dar pistas y descubrir, finalmente, que es la mejor camisa que podrías tener?


martes, 23 de abril de 2013

Decisiones y confianzas.


Hace unos tres años que me acerqué al BDSM de forma activa, es decir, hace tres años que decidí (quizá una de las decisiones más acertadas que tomé en la vida) participar en eventos BDSM, cafés, fiestas, colectivos, charlas, momentos de risas, momentos de menos risas, momentos sin puta gracia y momentos más que graciosos, siempre de la mano de gente que merece la pena, compartiendo espacios con gente que permaneció en mi vida y en proyectos en común, con gente que se fueron descolgando, de gente que nunca quiso estar, de gente que puso zancadillas, que quiso aprovecharse, que me apoyó desde el principio y en la que voy a poder confiar hasta el final, con gente que está, con gente que estuvo, con gente que estará, con gente que fallará, que persistirá, que abandonrá, que se mantendrá firme sobre la roca firme, con gente a la que le debo todo, para lo bueno o lo menos bueno.

Desde el primer momento en el que me acerqué al BDSM de forma activa, el momento en el que tomar un café ganaba espacio a mirar pornografía, en el que hablar ganaba espacio a sesionar, en el que una mirada muda se impuso más que mil fustas, sentí la frustración de estar viviendo una doble vida. La frustración de esconderse, de mentir a amigos y familiares cuando salgo a una fiesta, a un café, a cualquier evento. De inventarme bodas, despedidas, entierros, actos políticos inexistentes... De que me presupusiesen novias, enfados, ante idas y venidas que no parecían tener explicación, ante teléfonos colgados, ante excusas forzadas, inventadas en tres segundos, repetidas en mil ocasiones, prefabricadas, innovadas...



Realmente me resultó siempre frustrante vivir dos vidas, la vainilla y la bedesemera, porque en realidad soy una sola persona, con muchas facetas, claro que sí, pero una sola persona, y del mismo modo que otras facetas de mi vida no entran en confrontación, nunca le encontré sentido a que esta faceta sí entrase en confrontación con las demás.

Pero no puedo ser ingenuo, no puedo ser un suicida estúpido. Sé perfectamente que no puedo ir pregonando por ahí que soy sumiso, sé que, entre otras cosas (y no sólo por autodefensa, sino por convicción) el BDSM, como parte de mi afectivo-sexualidad, forma parte de mi intimidad, y no tengo por qué airear lo que hago ni con quien. Aunque también soy libre de compartir ciertas cosas de mi afectivo-sexualidad (todos sabemos de nuestro entorno quién tiene pareja, quién está casado... y son aspectos de la afectivo-sexualidad de las personas). Pero evidentemente hay cosas que no son comparables, y no podemos comparar el hecho de tener pareja, que es algo que no sólo es socialmente aceptable, sino que además es socialmente recomendado, que tener sentimientos de sumisión, que no siempre es comprendido ni aceptado por la gente que nos rodea, y que es fácilmente utilizable para hacernos daño.

Tengo la suerte, la tremenda suerte, de contar con mucha gente en mi vida que me quiere. Sé que nadie tiene muchos amigos verdaderos, sólo unos pocos. Con todo, no creo (porque la experiencia me demostró que no es así) que no existan los amigos verdaderos ni que no se pueda confiar en nadie. No, no se puede confiar en la primera persona que pasa, eso es cierto. Yo, aunque parezca todo lo contrario, no soy una persona excesivamente confiada. Realmente no confío de buenas a primeras de nadie, aunque tampoco desconfío de buenas a primeras de nadie. Sencillamente siento cierta indiferencia hacia la gente a la que no conozco bien. Eso me ayuda a no llevarme grandes decepciones (aunque alguna me llevo, por supuesto) y a no cerrarme a mucha gente que, con el tiempo, acabó formando parte muy importante de mi vida.

La confianza es algo difícil de ganar, pero para que alguien confíe en ti, quizá tú también tengas que confiar (aunque sólo sea un poco) en esa persona. Yo no puedo pedirle a nadie que confíe en mí, si yo no confío en esa persona, del mismo modo que no puedo confiar en alguien que no confía en mí. Es evidente que en muchas ocasiones la confianza se traiciona, como también es verdad que en muchas ocasiones la confianza se refuerza. La confianza no podemos dársela a todo el mundo, pero tampoco negársela a todo el mundo.



Desde hace algún tiempo vengo hablando con la gente a la que quiero (no la gente que me cae bien, no la gente que me despierta simpatías, sino a la gente a la que quiero y a la que siento profundamente dentro de mí, que son parte de mí de alguna forma) sobre mis sentimientos en el BDSM. Desde hace algún tiempo me dirigí a mi grupo de amigos más cercanos (mis mejores amigos y mi amigo-hermano, un hermano que lo es porque así lo sentimos los dos, aunque naciésemos y nos criásemos en el seno de dos familias distintas) para explicarles cómo siento, lo que soy. Porque tengo muy clara una cosa, el BDSM, la sumisión, no es lo que hago, es lo que soy. Ayer mismo hablé con mi hermana, con la que, es verdad, tengo y tuve algunas diferencias (algunas muy serias), pero que es una persona que cree en lo que yo diga a ojos ciegos, y que me quiere como yo la quiero a ella, y le conté que me interesa el BDSM (si bien es verdad que no entré en grandes detalles). Creo que de alguna forma también correspondí con su confianza, pues cuando ella salió de su particular armario (que, por razones obvias, no voy a explicar, cada uno hablará de su vida, yo hablo de la mía) fue en mí en la primera persona (al menos dentro de la familia) en la que confió. Y como dije, no se puede pedir confianza a alguien a quien no le otorgas el mismo grado de confianza.

Sé que algunos de mis mejores amigos dentro del BDSM (que son amigos dentro del BDSM, pero también fuera, pues cuando quieres a alguien lo quieres, en todos los ámbitos, en todos los momentos y en todas las circunstancias, incluso cuando confrontáis) no ven con buenos ojos que salga del armario con tanta alegría, o con lo que ellos consideran con alegría. Soy consciente de que si no lo ven con buenos ojos es únicamente porque me quieren, porque tienen miedo de que mi excesivo exhibicionismo me cueste caro y me acabe arrepintiendo. Lo que creo que no entienden es que si me exhibo (lo pongo en cursiva para subrayar lo importante y lo polivalente de la palabra, pero es una palabra mía, no de ellos) lo hago porque creo que es importante. Es importante para normalizar el BDSM. Y lo hago porque es la única forma de ser coherente conmigo mismo. Entiendo que no compartan mi modus operandi, entiendo que teman por mí. Lo entiendo y se lo agradezco profundamente. Pero si hago lo que hago es porque creo que es el único modo de serme fiel a mí mismo. Si hiciese otra cosa sería como si yo mismo llevase dentro de mí un Pedro y un Jesús. Un Pedro que niega no tres, sino infinitas veces a Jesús y un Jesús que sufre la peor traición, la traición de quien no le traiciona, pero le niega. Y malamente puedo serle leal a nadie, si no me lo soy a mí mismo.

No quiero ni puedo, ni estoy en condiciones de salir por la calle diciendo que soy sumiso, eso sería suicida, estúpido. Habría muchas personas esperando a caer sobre mí con algo tan escandaloso y destrozarme. Pero tampoco puedo no reconocer la confianza que tantas personas me demostraron en las más variopintas situaciones, no puedo traicionarme a mí mismo, ni puedo seguir escondiéndome siempre que salgo de casa, siempre que me conecto, siempre que siento, para que ni mis seres más queridos sepan quien soy yo en realidad. Es para mí muy duro que personas a las que estoy ligado sentimentalmente con lazos muy profundos no me conozcan. Es muy triste y muy duro que no conozcan algo que para mí es de una importancia vital. Evidentemente no voy por ahí diciendo "Hola, me llamo Fulano y soy sumiso", eso pertenece a mi intimidad, a mi vida privada, pero, por ello, eso me define. Y nadie que no sepa quien soy puede decir que me conoce.

Sé que las personas que me quieren quieren protegerme de cualquier mal. También yo quisiera protegerlas a ellas de cualquier mal, pero hay que tener un cosa clara, a veces será posible, otras no. Y el sufrimiento forma parte de la vida, aunque intentemos siempre, obviamente, evitarlo. 

La confianza es el punto clave para evitar cualquier mal. Saber en quién confiar y en quién no. Confiar en quien no debes confiar sólo te va a traer dolor, no confiar en quien tienes que confiar no te va a evitar ese dolor. Pero la persona en quien más debemos confiar es en nosotros mismos. Si yo mismo soy capaz de confiar en mí y de enfrentarme a cualquier circunstancia hostil... ¿qué puede pararme?




No puedo ni quiero dejar de pasar la oportunidad para saludar a las personas que sé que van a leer este post y en las que sé que puedo confiar plenamente. Gracias por estar ahí, y gracias por preocuparos. Gracias, también, por hacer que me enfade, porque eso quiere decir que os importo, igual que vosotros me importáis a mí.

martes, 16 de abril de 2013

Reina de Alfareras.

Húmedas, tiernas, firmes, frescas
tus manos alfareras, suaves de alelí.
¡Ay si posaras tus dedos embarrados sobre mí!
Dieras a mi sumisión informe, formas diversas,
ora redondas, ora cuadradas, ora cuniformes.
Modelaras mis bajas pasiones en virtudes enormes.

¡Ay si tomaras mi sumisión entre tus dedos!
Tornáranse querubines los fantasmas y los miedos,
levantaras en mi pecho tus palacios inmortales,
rindiera vasallaje a tus miradas inferno-celestiales.

Vasija, ánfora helénica o humilde botijo campesino,
en mi mente, cuando arcilla, cuando piedra de cantera
esculpieras, maestra, para mí un nuevo y oculto destino,
y en en ésta tu obra, aún pequeña, cabría la mar entera.


     Alfarero