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miércoles, 8 de mayo de 2013

Palabras a un amigo y el miedo a decirlas.

A veces uno causa, sin querer, daño en las personas que más quiere. Yo causé daño en algunas de las personas qué más quiero, y muy en particular en una de ellas. Ya sé que las palabras sólo son palabras, pero quiero dedicárselas a ese amigo incuestionable que siempre está a mi lado y que, a pesar de todo, cuestioné. De todas las veces que metí la pata, ésta es de la que más me avergüenzo, porque no se puede pedir confianza cuando no se da, ni se puede achacar a los demás lo que uno mismo hace mal. Ésta es mi forma de pedir perdón.
 
 

¡Cuántas veces fuiste el yunque
sobre el que se apoyó flácido el acero
forjánose bajo el martillo del desvelo!
¡Cuántas el vado en el que el pie no se hunde!
Cuántas tu mano se tendió a mi andar,
sirviendo de muleta a este torpe cojo
que tan malamente avanza a paso de piojo
y que día a día parece no avanzar.

Olvidé, por innumerables,
las veces que enjugaste mis lágrimas,
que me alentaste en mi sueño infatigable
lanzándome al abismo para volar
mis alas de cadenas con las eternas ánimas
sobre los fuegos del desierto solar.

Y una vez más traicioné tu confianza
del frescor de rosas, lirios suaves y amapolas.
Y una vez más azucé mis mares contra tus rompeolas
escupiéndote injurias en mi desesperanza.
Y una vez más dejo en manos de destino
mis esperanzas, penas, desvelos y sueños,
todos y cada uno de mi empeños,
mi ser pequeño, pueril, anodino.

Tu perdón, mis disculpas,
los agravios que me imputas,
ya no es tiempo de entregarlos
a las manos del destino,
es hora de tomar mi camino,
coger los males causados y enmendarlos.

Las palabras sólo son palabras
si no se sostienen en ninún hecho.
Pero, golpeando la culpa en mi pecho,
no me queda más que pronunciarlas
hasta que con tus ojos veas el momento
en que con hechos muestre mi arrepentimiento.