Pincha y entra. ¡Hay que frenarlo!

sábado, 15 de junio de 2013

Como un Ave Fénix.

Según la mitología, el Ave Fénix muere y renace cada quinientos años. Cuando se siente morir hace un nido con plantas aromáticas, que arde, y ella renace de las cenizas. Con todo, supongo que a pesar de la inmortalidad, nadie le libra del dolor de las quemaduras. Creo que la leyenda no aclara eso.

En el BDSM y en la vida (¿qué es el BDSM sino la forma en la que decidimos vivir nuestra vida?) uno a veces recibe varapalos y vive situaciones desagradables. Especialmente cuando no consigue lo que desea y con la persona con quien lo desea. Un sueño que se rompe y de despedaza por los suelos, aunque ya hacía tiempo que se veía cada vez más lejano, a pesar de que yo no quisiera aceptarlo. Sería ridículo decir que me da igual, cuando es obvio que a lo largo del tiempo uno genera sentimientos y esperanzas. Al dolor por no conseguir aquello que deseas se le suma la frustración de no haber sido capaz de merecer tenerlo, de no haberlo ganado. La frustración de sentirte un mal sumiso, y no precisamente una buena persona. La frustración no sólo por no conseguir aquello que quieres, sino por no ser aquello que esperabas ser.

Esconder el dolor, obviarlo, no puede traernos nada más que una úlcera, porque las personas necesitamos expresar nuestros sentimientos, vivir el duelo, llorar la pérdida para poder avanzar. Y esa superación no es algo que pase de un día para otro, lleva su tiempo. Y el tiempo que lleva creo que es proporcional a lo duro de la pérdida. Y en este caso, no sólo perdí la posibilidad de tener algo con una Ama sensacional, sino que además perdí la confianza en mí mismo como sumiso. Es inevitable, pues no puedo evitar pensar que no fui capaz de luchar por alguien tan importante en mi vida, no sólo por lo que ella es para mí, sino por lo que me hacía ser. Porque una persona puede ser sensacional para ti, pero cuando alguien realmente se convierte en importante es cuando te hace gustarte a ti mismo cuando estás con ella, cuando te hace mejor persona.


Boabdil entregando las llaves de Granada a los Reyes Católicos.


Cuando Boabdil, el último monarca musulmán del Reino de Granada, le entregó las llaves de la ciudad a los Reyes Católicos, dice la leyenda que rompió a llorar, viendo que perdía su amada ciudad en manos del enemigo cristiano. Según la leyenda su madre le recriminó con duras palabras diciéndole «llora como un niño lo que no supiste defender como un hombre». No parece tener mucho sentido darse golpes de pecho y lamentarse por lo perdido (o, en mi caso, por lo no ganado), sobre todo cuando uno no fue capaz de mantenerlo a su lado. No parece tener mucho sentido dejarse desfallecer por el dolor y la deseperanza cuando lo único que queda es seguir para alante. Seguir creciendo como sumiso y, lo que es realmente importante, como persona. No parece tener mucho sentido hacer como Boabdil, y llorar aquello que no se supo defender.

Me llevo de toda esta experiencia todos los buenos recuerdos. No puedo decir que no me llevo los que pudieron ser menos buenos, porque sin duda los hubo. Pero honestamente, los buenos recuerdos son más, pesan más y merecen más la pena ser recordados. Me llevo, además, el consuelo de que de toda esta experiencia sobrevive una amistad profunda, valiosa por sí misma. Pudo ser ésta una desilusión destructiva que nos alejase como personas, y que nos llevase a cada uno por su camino, quién sabe si maldiciendo a la otra parte. Afortunadamente no es así, y si parece que nos lleva a cada uno por nuestro camino en el BDSM, no nos separa en otros aspectos de la vida, donde seguimos y espero que sigamos compartiendo por muchísimos años tantas y tantas cosas. Empezando por un sentimiento mutuo de cariño profundo y de amistad. Pierdo la que para mí hubiese sido la mejor Dueña del mundo, pero mantengo una fantástica amiga, que no es poco.

Reconozco que en este tipo de situaciones no sé cómo debo sentirme, pues me genera una felicidad enorme verla feliz en su nueva andadura, pero a la vez, esa felicidad se ve ensombrecida porque esa nueva andadura no sea conmigo. Pero en cualquier caso, una cosa tengo clara, que el dolor se acabará yendo. No sé cuando, seguramente ni hoy, ni mañana, ni la semana que viene. Son muchas cosas y muchos momentos, mucho tiempo que no puede borrarse así como así. Pero el dolor se irá, y quedará todo lo demás. La confianza, la complicidad (quizá no la que yo hubiese deseado, pero sí una complicidad que, como amigo, habrá de llenarme) y todo aquello que aprendí de su mano, y lo que espero seguir aprendiendo a su lado.

Soy débil, inconstante y flojo. Pero de esa debilidad habrá de surgir toda la fuerza que necesito, porque sé que tabién soy tenaz (parece una contradicción, lo sé, pero sólo lo parece), tengo fuerza para crecerme ante la adversidad y la energía necesaria para seguir adelante. Y además, sé que no me ha de faltar el apoyo de las personas que hasta ahora siempre me lo dieron y me lo van a seguir dando.

Estamos en el tiempo del fuego, de arder en mi nido de incienso y llorar mi muerte como sumiso (no deja de ser una pequeña muerte, pues uno, en parte, se construye como sumiso al querer entregarse a alguien), pero mañana será tiempo de luz, de resurgir de las cenizas, como el Ave Fénix, y de alzar el vuelo, con todo el bagaje acomulado. Con todas las energías y toda la fuerza. Porque no hay nada que pueda pararme. Porque no me quiero parar.


Seguramente algunos estaban esperando que dirigiese palabras duras y sangrantes contra la persona a la que al final no puedo servir. Lamento desilusionarles, ni soy capaz de afilar mi lengua contra quien me hizo tanto bien y a quien quiero tanto, ni va con mis principios, ni sería justo. No podré avanzar de rodillas a sus pies, pero sabe que caminaré a su lado. No me llevará de su correa, pero sé que puedo seguir contando con ella. Y a pesar de todo el dolor, creo que es un motivo para sonreír y alzar nuevamente el vuelo. Porque ahora es el momento de resurgir.




 
Ave Fénix



PS: Y a Ti, gracias por todo lo que me diste, aunque nunca hayas sido mi Dueña, eres quien hizo de mí un sumiso. No podré olvidarlo.

jueves, 6 de junio de 2013

Un tiempo para esperar, un tiempo para luchar.


«Todo tiene su momento y cada cosa tiene su tiempo bajo el cielo. Tiempo de nacer, tiempo de morir; tiempo de plantar, tiempo de arrancar; tiempo de matar, tiempo de sanar; tiempo de destruir, tiempo de construir [...]».

Eclesiastés, 3,1

 

Hubo un tiempo para inundarme de tus ojos azules,
otro para ahogarme en todos tus silencios
y desesperarme, perdido de Ti y de lo tuyo.
Hubo un tiempo que me tuviste en tus dedos abedules
y otro en el que me soltaste y volé en mis pensamientos
¡tan perdido! Con miedo y frío, tiempo que rehuyo.
Un tiempo para escribir versos grandes,
otro para escribir pequeños versos.
Tiempos todos para creerte y creer en esos instantes
que me dieron toda la fuerza y la fe de los conversos.
 
Tiempos de arrodillarse y levantarse,
de beber de tus manos en cuenco
o de estirar de la cadena para escaparme,
para recapacitar o para vivir el momento.
Tiempo, siempre, siempre, siempre
para sentirme cosa tuya, nunca mía,
como cesto frágil de mimbre
al que la Artesana da forma y vida.
 
Siempre con prisas, exigencias y apremios,
ansias de ser tuyo, de conquistar mis sueños.
Sé ahora que hay un tiempo para esperar,
entender que no he de ser quien marque los tiempos,
hacer de mi fe entrega verdadera
y entregar con ella mis sueños y alientos
a la única Diosa a la que sé rezar.
Da igual el tiempo que haya que esperar,
porque no es castigo, sino premio, esta espera.