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miércoles, 7 de enero de 2015

Volver.

«Volver con la frente marchita
las nieves del tiempo platearon mi sien.
Sentir que es un soplo la vida 
que vente años no es nada.»

Hace unos nueve meses anuncié aquí que me retiraba a descansar. Necesitaba realmente descansar. Necesitaba descansar de un montón de emociones que a lo largo del 2013 (y es que llevo casi un año desconectado no ya de este blog, sino del BDSM) se habían sucedido. Emociones que llegaron a superarme.

La última entrada de este blog (el 29 de abril del año que acaba de despedirse) la dediqué precisamente a anunciar ese descanso que en aquel momento pensé que sería más corto, y que hoy pienso que iba a ser más largo; pero realmente la despedida fue un poco en diferido (que diría Cospedal), ya que desde hacía tiempo ya venía preparando el terreno (me refiero ahora exclusivamente a este blog). Ya en febrero venía diciendo que mi prioridad era estar tranquilo, aunque afirmaba también no ir a apartarme del BDSM (en particular del BDSM asturiano). No fue así, me aparté primero del BDSM asturiano, es decir, me aparté de la comunidad bedesemera de Asturias; y después del BDSM, es decir, llevo casi un año en el que el BDSM no forma parte de mi vida casi para nada (oh, sacrilegio, sacrilegio).

Y si en febrero ya venía abriendo paso a mi despedida, fue en diciembre de ese intenso 2013 (y como soy un maniático casi obsesivo de la precisión de las palabras, cuando digo intenso no digo fatídico ni negativo, digo intenso) que ya me empezaba a plantear por dónde seguir mi andadura y escribía las primeras líneas de lo que voy a escribir ahora, ello es, de lo que aprendí y aproveché este descanso.

Me despedí porque necesitaba descansar y reflexionar, pero realmente sólo hice una de las dos cosas. Y es que las dos cosas no podía ser, porque eran dos propósitos contradictorios. ¿Cómo podría reflexionar al tiempo que descanso? ¿Acaso darle vueltas al coco no iba a impedirme descansar? Así que hice lo mejor que podía hacer, reflexionar... mucho, pero sobre otras cosas. Olvidarme durante un tiempo del BDSM, y enterrar para siempre aquello que me había podido doler y aquello que me hacía necesario descansar.

Me dediqué a otras muchas cosas (que como atañen únicamente a mi vida vainilla, no voy a contar). Sí contaré que una de ellas fue reflexionar sobre las sexualidades, reflexionar sobre las masculinidades y sobre las relaciones humanas (sexuales o no). Pero todo ello desde un prisma no bedesemero. Participé en cosas y, en consecuencia, conocí gente. Y me pegué tantas hostias o más como las que me pegaba en el mundo bedesemero, pero lo cierto es que puedo tomarme un café con prácticamente cualquier persona. Y conocí gente que me enseñó mucho. Gente a la que querer mucho. Y seguí aprendiendo y conociendo a gente que ya conocía desde hace muchos años, y seguí aprendiendo a quererlos y siguieron enseñándome a quererme. (Re)aprendí la idea de que «lo que compartimos lo tenemos, lo que no compartimos no lo tenemos» (que dicen dos de mis mejores amigas, de las que tanto llevo aprendiendo tanto tiempo).

Y no pensé más en el BDSM. No, no hice el esfuerzo de arrancar el BDSM de mi vida. No me planteé en ningún momento dejar de practicar BDSM o dejar de ser sumiso. Sencillamente no me fue apeteciendo. No me apetecía y me apetecía más recuperar aquella sexualidad vainilla que había dejado atrás... Y es que, a pesar de todo lo que aprendí de la gente a la que tanto quiero en el mundillo BDSM, el peso de la literatura bedesemera (el sumiso es sumiso las 24h. del día, el verdadero sumiso sólo quiere servir...) acaba entrando en uno. Y es que mi principal error muy probablemente haya sido encerrarme demasiado en mi vida BDSM (dije en diciembre del 2013 que «la endogamia lo único que puede generar son estirpes hemofílicas y micro-sociedades viciadas, colectivos suspicaces», pero no hay peor endogamia que la endogamia intelectual que practica uno mismo con sus propias ideas).

Realmente, durante casi un año ni siquiera consumí pornografía bedesemera, y la poca que pude consumir me acababa desagradando. ¿Qué es esto? ¿Estaré mutando hacia vainilla? Pues mira, es una posibilidad, y si es así, pues no pasa nada, lo importante no es ser el mejor sumiso del mundo mundial, lo importante no es ni siquiera ser sumiso, lo importante es ser feliz. Aunque realmente no creo que sea que me estoy convirtiendo en vainilla, ni creo que me desagrade el BDSM. Si acaso habrá una serie de cosas que me desagraden. ¿Será realmente necesario empezar la vuelta desgranando lo que me desagrada? Seguramente no, así que no lo haré.

Y, lo que son las cosas, hace poco una amiga me empezó a hablar de inquietudes bedesemeras que tenía (madre del amor hermoso, la alargada sombra de Christian Grey causa estragos) y empezamos a juguetear... y ¡¡¡dioses del Olimpo!!! empecé a fantasear como amo. Y algo disfruté con ello, oye (sí, guau-guau dominando, ¿no es increíble?. ¿Estaré digievolucionando a switch? Pues no lo creo, pero tampoco lo sé. La verdad es que tampoco me preocupa. Y poco a poco empecé a recobrar aquellas fantasías sexuales de sumiso.

Y empecé a recuperar el primer espíritu con el que me introduje en el BDSM. Aquel espíritu que tantos comparten y con el que muchos más discrepan, de pantear el BDSM como algo revolucionario que rompe cadenas que compuso mis primeras reflexiones sobre el BDSM. Y es que los últimos meses los pasé en compañía de libertarios y de muchas otras personas que aguijonearon mi mente y mi corazón. Y recuperé la desmitificación del BDSM, pero también la desculpabilización del BDSM. Es decir, el BDSM no es esa realidad que nos hace únicos y geniales, pero tampoco es la madre de ningún mal, por más que en alguna ocasión yo mismo (¿tú también, Bruto, hijo mío?) haya querido culpar al BDSM de mis males particulares.

Y sin saber por qué decidí reabrir aquella cuenta de Twitter que habia cerrado hace tanto tiempo, hace más de un año (@guauguausumiso, aprovecho para meter publicidad, jejeje, aunque ya avanzo de, de entrada, no tengo pensado darle tanta vida como le di en su día).

Ahora bien, como digo, no reflexioné nada (en torno al BDSM, digo). No reflexioné porque no era el momento de reflexionar, era el momento de descansar, de desconectar... así que ahora, que ya estoy descansado, será el tiempo de reflexionar. De reflexionar sobre cómo quiero volver a la comunidad BDSM, sobre cómo quiero volver a vivir esta realidad yo mismo... y sobre si quiero o no hacerlo al 100% o al 20%. Si quiero vivir la sumisión o si quiero divertirme con los juegos de cama bedesemeros. Y será el tiempo de recuperar la reflexión más crítica (siempre constructiva, por supuesto) del movimiento y la comunidad BDSM en Asturias y en el mundo. Y por qué no, hablar de otras cuestiones que tengan que ver con la sexualidad que no tienen por qué ser, necesariamente, bedesemeras.

Así es que, no sé por cuanto tiempo ni en qué forma, pero estoy de vuelta.